12 Parapente en Tenerife: Lo Más Cerca que He Estado de Volar de Verdad
El viento golpeaba suavemente mi rostro mientras miraba el horizonte desde la cima. A mis pies, la costa de Tenerife se extendía en un degradado de azules que se fundía con el cielo. A mi espalda, el instructor repasaba los últimos detalles antes del despegue. “Cuando te lo diga, solo sigue caminando. No te detengas.” Asentí, aunque mi mente seguía procesando lo que estaba a punto de hacer.
No soy una persona impulsiva. No suelo lanzarme a experiencias sin pensarlo dos veces. Pero aquel día, en Costa Adeje, con la vela de parapente extendida detrás de mí, sentí que no había vuelta atrás.
El instante en que todo cambia
Las instrucciones eran simples: dar unos pasos, sentir cómo la vela cobra vida y dejarse llevar. Pero la teoría es una cosa y la práctica, otra. Mis piernas querían obedecer, pero mi cabeza insistía en preguntarse si realmente estaba preparado.
No tuve mucho tiempo para debatirlo. De repente, mis pies ya no tocaban el suelo. Lo que vino después fue algo que nunca había experimentado antes: una ligereza absoluta, como si la gravedad hubiera decidido darme una tregua.
Esperaba sentir vértigo, pero lo que me invadió fue una paz inesperada. Desde las alturas, Tenerife se veía diferente: el Teide emergiendo imponente en la distancia, las olas rompiendo contra los acantilados, los tejados de las casas empequeñeciéndose con cada metro de altura. No era solo la vista lo que me fascinaba, sino la sensación de flotar, de deslizarme suavemente sobre el mundo sin esfuerzo alguno.
El aterrizaje: cuando el suelo vuelve a ser real
Tras varios minutos en el aire, el instructor comenzó a preparar el descenso. La idea de volver a tierra firme me resultaba extraña, casi como si aquel vuelo hubiera sido un paréntesis en el tiempo.
El aterrizaje fue tan suave que apenas me di cuenta de que ya estaba de nuevo en el suelo. Me desabroché el arnés con una sonrisa enorme, todavía intentando procesar lo que acababa de vivir.
Volar en parapente con Overfly Tenerife no fue solo una actividad emocionante. Fue la oportunidad de ver el mundo desde otra perspectiva, de sentir por un momento lo que sería realmente volar. Si alguna vez has soñado con despegar y dejar que el viento haga el resto, esta es la experiencia que estabas buscando.